Con frecuencia escuchamos que el país necesita de jóvenes emprendedores para levantarlo o sacarlo de la condición en que se encuentra. Sumida, para comenzar, en la apatía, el desaliento y como consecuencia la inseguridad y pobreza, por citar solo un par de situaciones. Ante ello, estamos urgidos de emprendedores, quienes con resolución inicien, hagan y concluyan las acciones dificultosas; esa fuerza necesaria está en la juventud. El emprendimiento viene siendo una estrategia efectiva para la inserción juvenil en el empleo, en el tejido social y en la vida económica del país; y que aplica no solo en las áreas urbanas, sino que también en las rurales.
Un emprendedor ve más allá del ahora y de su entorno. Se sitúa en el presente, pero con las acciones necesarias para el futuro. Es ver la necesidad u oportunidad de un negocio o servicios que demanda la población y que entonces, inicia las acciones consistentes para satisfacer adecuadamente esos requerimientos, mediante la generación de alguna empresa u organización social que promueva fundamentalmente dos cosas: innovaciones y empleos. Sin embargo, en el país las iniciativas propias, como negocios o pequeñas empresas, vienen siendo más de sobrevivencia, para mientras se consigue un empleo formal, no por verse como empresarios, dueños de capitales y generadores de espacios para otros. A la acción le sigue haciendo falta un ingrediente importante, fe, creer en nosotros mismos. El ejemplo hacia los demás es un atributo de los emprendedores.
Hablar de emprendedores no es una moda, sino más bien debería ser un estilo de vida. Porque hoy en día no es un tema local ni nacional, es un asunto global, el que va asociado intrínsecamente al liderazgo. Porque un líder es quien va a la cabeza, quien avanza, el que dirige a un grupo social o a la colectividad, pero principalmente es quien se supera a sí mismo.
La preocupación, necesidad y urgencia de afianzar el tema hace que por ejemplo, en agosto de 2013, se lleve a cabo la Cumbre Internacional de Jóvenes Líderes, en Buenos Aires, Argentina, como parte de la agenda de la Fundación Internacional de Jóvenes Líderes. Este encuentro es uno de los más importantes del momento, por su carácter pluricultural y porque reúne a unos mil 500 líderes de diversos países del mundo con la finalidad de participar, relacionarse, es decir, ampliar sus contactos, aprender y debatir sobre el futuro de las naciones, lo que está en sus manos.
En esta importante cita de mediados de agosto, la juventud tiene clarificados los principios, los que constituyen pilares fundamentales para la edificación de un futuro mejor, de una vida digna y con oportunidades para todas y todos. Comenzando por la promoción del estado de derecho, las libertades individuales, de empresa, de prensa, religiosos y políticas. Se suman además a la condena del tráfico y consumo ilícito de sustancias. Algo notorio y a resaltar es que ante el olvido de los adultos, los jóvenes están comenzando a preocuparse por ellos mismos. Condenan también la trata de personas y toda forma de sometimiento del ser humano, que aunque parecieran ser cosas de siglos pasados, siguen prevaleciendo hasta en naciones desarrolladas; si no recordemos el caso de las tres mujeres jóvenes, Amanda Berry, Gina DeJesus y Michelle Knight, secuestradas por más de 10 años por Ariel Castro, en Cleveland, Ohio, Estados Unidos. Si eso pasa en naciones que se supone han avanzado en el tema humano, qué no puede estar ocurriendo ahora mismo en países donde la falta de educación integral constituye una barrera a las libertades y derechos.
Además la Cumbre, entre otros principios, incluye luchar por la eliminación de la pobreza, tomando en cuenta que es el mayor tropiezo para nuevas oportunidades para la juventud. Asimismo promueve el desarrollo tecnológico, tanto como el moral y ético. Quieren mejores personas y sanas, porque también impulsan esfuerzos a favor del medio ambiente. Aterrizando todas y todos en la inclusión social por medio de la igualdad de oportunidades.
A todo esto, el emprendimiento puede expresarse como el deseo de crear un autoempleo, una empresa o un emprendimiento con beneficio social. Aunque no es exclusivo de las urbes, sino que también de las áreas rurales. En Guatemala han existido tales iniciativas, como el Programa ProRural, creado en el 2008, y que según el Gobierno de ese entonces, se benefició a 61 mil jóvenes al enseñarles desde la planeación, ejecución y evaluación de sus proyectos productivos. Es decir que se les debe enseñar a cumplir exitosamente la cadena productiva, desde elaborar, promover y vender sus productos. Sin embargo, ese programa no siguió por falta de asignación de presupuesto o por otros intereses.
Recientemente, en un estudio del 2012, el Instituto Centroamericano de Estudios Fiscales (Icefi) puso la lupa sobre el problema, reveló que a mayor ausencia de jóvenes emprendedores, mayor pobreza en las regiones. Veámoslo con cifras. En los departamentos de Huehuetenango y Quiché están los mayores índices de pobreza, del 69.2 y 76.6 por ciento, respectivamente. En contraste, están ahí mismo las más bajas tasas de emprendimiento, 15.17 y 16.65 por ciento, respectivamente. De esa cuenta, lo concluyente de la investigación es que la principal apuesta para el desarrollo del país y los territorios es el emprendimiento juvenil. Todos y todas necesitan un espíritu emprendedor si realmente sueñan y quieren una mejor Guatemala, porque seguir esperando que las cosas cambien, sin hacer nada, es pedirle peras al olmo.
Tampoco hay que creer que no se está haciendo nada, porque entre otras acciones positivas privadas se encuentra: Empresarios Juveniles de Guatemala, creado en 1985, con el objetivo principal de motivar y formar a las nuevas generaciones para su incorporación pertinente a la vida económica global. Han capacitado a más de 176 mil estudiantes y para el 2020 se han propuesto haber formado e integrado a la sociedad a más de 338 mil jóvenes con visión y acción de cambio para afianzar el Desarrollo Humano Integral.
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